Alimentación en la escuela Waldorf

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Concepción Martínez| Guía Waldorf

Ante la noticia de que en México había la mayor proporción de niños obesos del mundo y que por otro lado, las cifras de desnutrición infantil alcanzan números alarmantes, se determinó que las escuelas deberían participar de acciones para reducir estas cifras.

Las escuelas se han convertido en lugares de distribución de productos chatarra que educan a los niños en la enfermedad y el consumismo; apoyados y patrocinados por compañías trasnacionales como Bimbo, iniciaron una campaña para educar y difundir una serie de preceptos, que por un lado garanticen que siga el consumismo de estos productos, y por otro que los niños manejen un discurso que aparente algún rechazo de éstos por la comida rápida y chatarra. El resultado ha sido una fractura en la coherencia entre el discurso y lo que el niño vive e ingiere día a día.

¿Es posible que la alimentación en la escuela deje de representar un problema y se convierta en una fuente de experiencias de bienestar y autoconfianza?

En los jardines de niños Waldorf organizamos los almuerzos observando estos tres aspectos:

• Participar de la configuración saludable, con capacidad funcional del conjunto de los órganos digestivos.
• Incentivar la gratitud frente a hombre, animal, planta, tierra y cielo por el trato con los alimentos.
• Introducir al niño a lo social compartido, a través del ejemplo brindado durante las comidas.
Para ello, en el jardín de infantes preparamos un almuerzo que tiene las siguientes características:
• Cada día de la semana se come un cereal distinto. Estos cereales se preparan con verduras, frutas, leguminosas, leche o queso y se agrega una grasa que procuramos que sea de muy buena calidad y cruda, agregamos muy poca sal y/o azúcar.
• Se preparan alimentos frescos con la colación de los niños, traen parte de los ingredientes y participan en la elación del almuerzo, preparan la mesa, recogen y lavan los trastes utilizados.
• Antes de comer y al terminar, los niños y maestros expresamos un verso de gratitud y de reconocimiento para aquellos quienes participan y hacen que puedan llegar esos alimentos a nuestra mesa y podamos estar unidos en esta actividad común.

El niño experimenta, entonces, la satisfacción de ser co-creador, en esta actividad compartida, y satisface su naturaleza de bondad y cooperación, también va dándose cuenta de las habilidades ganadas al poder hacerlo con mayor destreza.

Por muchos años después de que el niño ha salido del jardín de niños, tiene presente estas comidas como comidas deliciosas y muy especiales.

Existe un ingrediente muy especial: La calidad humana en el primer septenio. El niño está en una situación especial de apertura – con alegría- frente a todo lo nuevo, en estos primeros años de vida constantemente guarda el equilibrio entre el hábito, seguridad a partir de la experiencia, y curiosidad. Cuando respetamos el ciclo de los cereales, el niño siente la seguridad del ritmo debido a la repetición en lo que come.

Al participar activamente en el proceso tiene una experiencia real de secuenciación lógica, que le da sentido de coherencia, se siente parte armoniosa del grupo y aumenta su sentido de pertenencia.

Dejemos el discurso para los políticos, vayamos a la fuente de apertura y gozo que nos brinda una comida elada con atención, alegrémonos de nuestras memorias de disfrute de ser bien atendidos y tengamos conciencia de que podemos compartirlas con los más jóvenes. Ω

waldorflila@gmail.com 

waldorfqueretaro.com

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Mariana Vel dice:

    Eres grande Concha… Gracias!

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